Recuerdos parásitos (quién alimenta a quién...)

Novela de Carlos Marcos y José María Marcos. De Los Cuatro Vientos, 2007.

Carlos Marcos, Alberto Laiseca y José María Marcos.
Escribe: Alberto Laiseca (*)

Esta es una novela profunda, cosa que intentaré demostrar (entre otras cosas) citando algunos párrafos.
Hay aquí por lo menos dos novelas: la de las gallináceas (largamente citadas en el prólogo) y la del asesino serial. Tal vez los autores, en este punto, se opongan al uso del singular. Para este caso les recuerdo algo que está casi al final de la obra: “Había escuchado el rumor de que en Silling los locos, los borrachines y los vagabundos nunca morían, que cuando su hora estaba cumplida se desplomaban en un punto exacto y su cuerpo se desvanecía mientras a cambio —en su lugar— otro tomaba sus costumbres, otro que surgía en el mismo exacto punto donde su antecesor se había emulsionado con la tierra, otro que desde los harapos arrumbados heredaba la función dentro del mismo pueblo, dentro de un Silling perpe­tuo e infernal”.
La primera novela, la de las gallinas (tanto o más deliciosa que esta), nunca fue escrita; pero ello sí ocurrió en el prólogo. Estamos, entonces, ante un texto virtual que no debe ser desatendido.
¿Qué vino primero: el huevo o la gallina? Primero vino el huevo, pero la gallina poniéndolo. No hay otra manera de decirlo, ni de solucionar la paradoja biológica.
Los recuerdos son como las mencionadas aves de corral. Nosotros las alimentamos a ellas, pero ellas nos alimentan a nosotros.
Los autores citan a Historias de la estupidez humana, de Rath Vegh: “Afírmase que un hombre a punto de morir puede reaccionar si se colocan algunas gallinas bajo el cuerpo del moribundo. Cuando el peso del cuasi cadáver ha provocado la muerte de las gallinas, el ‘espíritu vital’ de las infortunadas aves pasa al organismo enfermo y lo revive…”. La cita es muy oportuna porque de esto trata la novela: un asesino serial tiene muer­ta el alma y mata mujeres para revivirse. Llegamos a tener, entonces, un harem de asesinaditas y a un sultán criminal como el de Las mil y una noches.
¿Quién alimenta a quién? Sin duda los parásitos se alimentan de uno. Los parásitos de la misoginia. Los asesinos seriales son tan sólo misóginos exagerados. Pero a esta inmundicia básica la tenemos todos, parecen decirnos los autores. Es el mal de nuestro tiempo. La gran solución es echarles la culpa a otros y matarlos (de manera física o, por lo menos, virtual) para sentirnos menos muertos. Ya está, lo encontré: el mundo frente a mí. La maravillosa falta de solución. La vida perversa hace soñar el sueño maligno de que los demás deben pagar. “Retornaban a mí las ansias de quitarle la vida a aquello próximo, el mecanismo era siempre el mismo: matar, aplastar a quien me brindaba alguna felicidad o algún disgusto y huir”. Matar lo que molesta o lo que hace feliz. Ahora bien, ¿acaso la mayoría de las personas no hace lo mismo? Y esta es la profundidad de la novela, su trascendencia. “Siempre se actúa una ficción cualquiera”, dicen los autores más adelante. “Estaba orgulloso de sentirme —aunque sea sólo una vez— alguien en el mundo”.
“—Tengo que matarte, María. Me has dejado solo”. Pero el asesino habla de un abandono enorme, muy anterior al que pueda haberle producido esta mujer. Leemos: “Quien no puede entender los sueños no puede entender la realidad”. “Experimentaba la impresión de ser parte de una imaginación, una creación, un habitante de una dilatada e intensa quimera de un gigantesco soñante que se había vuelto perceptible incluso para otros hombres. Pero, ¿quién diablos era el que me soñaba? ¿Quién era este ser transparente que me hacía surgir de pronto desde las profundidades de un intelecto enfermo? ¿Cuántos vericuetos me depararía aún y cuánto tiempo duraría esto?”. Aquí es cuando el humano se vuelve parte del arquetipo, del arquetipo diabólico que lo sueña.
Quisiera citar algunas frases de la novela que me han gustado mucho:
“…hicieron que algunas cucarachas escaparan presurosas para sus madrigueras. Las miré y pensé cuán parecidos somos los seres humanos: al igual que ellas, pensamos que podemos estar a salvo huyendo, pero sólo sobrevivimos si ese alguien que nos puede quitar la vida está distraído, cansado o aburrido de aplastarnos”. “Algunos policías circulan, hinchados como magulladuras, entre la multitud, lentos, firmes heraldos que tripulan una bella nave azul en un inmenso mar de mierda”. “Dejé el alcohol y viví la media hora más triste de mi vida”. Respecto a una urna donde un técnico mete a un esqueleto reducido: “Siguiendo un infrecuente mapa mental, fue creando dentro de la caja una intrincada artesanía mausoleónica; engendró una temible araña descarnada y encajonada, disponiendo los huesos con tal habilidad que quedé admirado por varias semanas”. “Ella me reconoció y sonrió, como si se tratara de una mujer caníbal que acaba de comerse a toda su familia”. “No sé si echarte o volver a acostarme con vos”. Para ir finalizando. Yo, que en general suelo estar de acuerdo con Oscar Wilde, difiero con él por lo menos en un concepto. Dice Wilde en La Balada de la Cárcel de Reading: “Todos matan lo que aman. Unos con un gesto, otros con una palabra. Los hombres valientes con una espada”. Por el contrario creo que quien ama no mata, ni con espada, ni con gestos ni palabras. Y esto tiene mucho que ver con la novela que comentamos. La obra gira alrededor de la falta de amor. Asesinos en serie, ya sean físicos o virtuales. Misóginos extremos o supuestamente pacíficos, de esos que la ley no castiga. Pero tal vez sí los castigue la soledad que corresponde a la frívola falta de ontos.
Cito una última frase de esta obra. Respecto a los jugadores que sueñan con ganarle a la banca: “Cuando no es tu noche, no es tu noche”. De la misma manera podríamos decir: cuando no es tu vida, no es tu vida.

(*) Este texto fue leído el 14 de septiembre de 2007 en la Escuela Freudiana de Buenos Aires, en la presentación de Recuerdos parásitos (quién alimenta a quién...).

Mundo Elvis recomienda Recuerdos parásitos

“Si andan con ganas de leer una novela sumamente perturbadora y extraña, les recomiendo Recuerdos parásitos (quién alimenta a quién...), escrita a dos manos por Mal Pascal y José María Marcos. Yo me la devoré en un fin de semana”, señaló Juan Elvis Pereyra, cineasta y conductor del programa Mundo Elvis (Radio Baires, 2015).

Revista Ñ: Lecturas recomendadas


El odio y el amor se mezclan a tal punto que parecen estar forjados de la misma esencia en “la gran noche de Silling”, que nos proponen los hermanos Marcos en Recuerdos parásitos (quién alimenta a quién...), su primera novela conjunta.

Ñ Revista de Cultura, página 23, edición Nº 205, sábado 1º de septiembre de 2007.

Tener el alma muerta

Por José María Franchino Arnaiz especial para La Palabra (*)

Recuerdos parásitos (quién alimenta a quién…), de los hermanos José María y Carlos Marcos, es una novela que se sumerge en las turbulentas aguas de las bajas pasiones, a través de dos personajes que parecen disfrutar de sus crímenes. Como dijo el escritor Alberto Laiseca en su presentación, es la historia de “un asesino serial que tiene muer­ta el alma y mata mujeres para revivirse”, aunque con ello sólo logra autodestruirse.
Recuerdos… es un libro que tiene el poder de inquietar al lector, seducirlo y envolverlo en espantosas sombras, impulsándolo a seguir adelante para saber cómo termina esta macabra historia, que gira alrededor de la falta de amor y de la soledad como el peor de los castigos. En síntesis: una obra ideal para los amantes del género de lo siniestro, con toques de erotismo y de terror, que sorprende por la buena estructura de los relatos y la hegemonía de una historia central que nos conduce hasta el desenlace final.
FICHA
Marcos, Carlos; y Marcos, José María. Recuerdos parásitos (quién alimenta a quién…). Buenos Aires, De Los Cuatro Vientos, 2007. ISBN: 978-987-564-798-5. Diseño de interior: Ricardo Romero. Diseño de tapa: Rodrigo Fernández Donsión. Ilustración de tapa: La dama de la codorniz, de Alejandro Marcos. Calificación: Muy buena (8 puntos).

(*) Comentario publicado en el semanario La Palabra. Página 2, edición 673, jueves 3 de enero de 2008.

Dadaístas trasnochados

Por La Dedos Negros, para El Tábano (*)

Los protagonistas son unos misóginos recalcitrantes que asesinan a las mujeres que los desairan. Pero no es una novela negra.
Como el asesino sale impune de los mortíferos ataques de ira contra sus amantes tampoco despierta persecuciones o inquietudes de pesquisa, de modo que no es un policial.
Como el afecto que le inspiran sus amantes no es tan grande como para llorar por amores frustrados, la inclinación sentimental lo conduce hacia los recintos de Tánatos. Tampoco es una novela romántica.
Los protagonistas, cada uno a su turno y a su modo, habían de desandar ese odio contenido, así planeaban minuciosamente, paso a paso, la muerte de las que los hacían sufrir. Pero no es de terror.
Como al fracaso amoroso lo vivía como una confirmación de su impotencia entraron a picotear las gallinitas los restos del miembro viril castrado. Pero no es una zoología.
El pueblo donde transcurre buena parte de los acontecimientos, en medio de la pampa, parece una ciudad de solítarias calles solitarias, puentes con monedas, calzadas con yuyos y un par de carpinteros picoteando a coro un trunco tronco talado. Pero no es costumbrista.
El odio obsesivo del protagonista que vuelve al lugar del crimen, la devoción por revolcarse en la sordidez de sus actos criminales y aliviarse en la tranquilidad de Silling, que resulta ser su lugar en el mundo, convierten a la lectura en una experiencia a la que uno se acostumbra y que se extraña al llegar al final.
Inspirados en la colección Carne Esquiva de librejos eróticos algunos pasajes son sexualmente... descriptivos, pero de un Kamasutra más biológico que oriental.
Jugando con imágenes de la infancia encontradas en la madriguera de los recuerdos, los hermanos Marcos, dadaístas trasnochados, nos regalan la posibilidad de construírnos activos lectores y jugar con personajes y situaciones: la dama sigue anidando en sus manos a la codorniz y la tía Jorja se preguntaría qué clase de piojillos se agarraron sus gordas gallinas.

(*) Comentario publicado en la sección “Tinta fresca” del periódico El Tábano. Página 7, edición 62/64, diciembre de 2007.

Dadaístas trasnochados


Tener el alma muerta

(*) Comentario publicado en el semanario La Palabra. Página 2, edición 673, jueves 3 de enero de 2008.

Plumas fatales

Una novela escrita por
dos autores en contrapunto

Por Cecilia Sigler Relgis, para revista Veintitrés (*)

Sería un lugar común afirmar que la infancia es eterna o que los juegos son parte de la vida. Carlos y José María Marcos, hermanos autores de Recuerdos parásitos (quién alimenta a quién…), continúan ese hilo lúdico, que suele cortarse en un juego-trampa en la literatura, de la manera más sutil. Esta novela es un contrapunto de capítulos entre ellos, que recorre el mismo lugar que se transita cada vez que se lee: la ficción. Una historia indefinida en un pueblo fantasma sin tiempo ni espacios: Silling es, fue y será parte de los recuerdos parásitos que se alimentan entre sí y de cada hombre, consumiéndose a quien los posee. Personajes que se mezclan hasta confundirse en uno solo. La situación inicial es sugestiva: un hombre llega a un sitio cargado de niebla y se encuentra con un muerto. Según Alberto Laiseca, que la presentó, “la obra gira alrededor de la falta de amor, asesinos en serie, misóginos extremos que la ley no castiga, pero tal vez sí los castigue la soledad que corresponde a la frívola falta de ontos”. ¿Y las gallinas en la tapa y en el texto? Plumas de gallina y plumas de escritura. Obsesión y castigo en una sola frase: plumas fatales.

(*) Publicado el jueves 11 de octubre de 2007

Revista Insomnia

Recuerdos parásitos: una excelente novela de dos autores argentinos

Por RAR, editor de INSOMNIA, Nº 119, noviembre de 2007

Se editó recientemente Recuerdos parásitos (quién alimenta a quién…), de los hermanos Carlos Marcos y José María Marcos, una novela que se inscribe en el género de lo siniestro y que pone el acento en el aspecto psicológico de los personajes. Publicada por De los Cuatro Vientos, la obra fue calificada por Alberto Laiseca como “una novela profunda”. El creador del exitoso ciclo Cuentos de Terror (emitido durante tres años por el canal de televisión por cable ISAT) y actual presentador del programa Vade Retro (jueves, a las 22, Canal Retro) remarcó también que “la obra gira alrededor de la falta de amor. Asesinos en serie, ya sean físicos o virtuales. Misóginos extremos o supuestamente pacíficos, de ésos que la ley no castiga. Pero tal vez sí los castigue la soledad que corresponde a la frívola falta de ontos”.

Inquietante weird fiction en la provincia de Buenos Aires

Reseña de Recuerdos parásitos (quién alimenta a quién...) (2007), por Hernán Stuchi para Goodreads. Publicada el 12 de octubre de 2016.

La mayor parte de la trama se da en un pueblito ficticio del interior de la provincia de Buenos Aires, Silling, y se alternan viajes a la Costa y a Capital Federal. De ninguna forma, en ningún momento me imaginé que me iba a encontrar con un delirio tan complejo y tan desarrollado. El asunto es el siguiente, para resumir: Blandford llega a Silling, y se encuentra con el cadáver de un sujeto llamado Blavatsky. Hasta ese punto todo es armonía, pero luego comienzan las idas y vueltas en el tiempo, y el relato en primera persona nos lleva a contarnos dos historias que parecen ser la misma, la de dos hombres despechados y solitarios que cometen crímenes atroces. Hay mucha tela que cortar, pero para qué hacerlos esperar, vamos con los puntos positivos.

LO QUE ME GUSTÓ

Estoy atravesando una etapa de mi vida donde cada vez más disfruto de la literatura compleja, y esta obra me vino como anillo al dedo. Está muy bien escrita, y los autores logran construir secuencias realmente delirantes, y describir muy bien sensaciones como la angustia, el dolor, la ansiedad y la violencia. Es profunda, impactante, y si tenés el hábito entrenado, puede ser muy entretenida. La descripción de las escenas y de las impresiones, que a veces son muy complicadas, siempre es muy clara y poética. Blandford es un alcohólico degenerado, y siempre parece encontrar la vuelta para intentar contarnos cómo él es una víctima del peso de su propia historia, de sus impulsos, y al final, de su destino.

LO QUE NO ME GUSTÓ

Quizá sea el contexto social de esta época, pero no pude evitar sentirme molesto con que a la historia la conecten un femicidio tras otro, uno más violento y morboso que el anterior. Los autores conducen bellas impresiones poéticas, describen a la perfección tantas circunstancias, tantas ideas, tantos temores, tantos deseos, todo de forma muy humana y auténtica, tanto, que cuando llegan los asesinatos, es decir, la cúspide del delirio y la enfermedad del protagonista, aparecen relatados de un modo muy claro pero simplista hasta el hartazgo.
El relato está plagado de referencias literarias y al cine que la verdad no tengo presentes, y creo que eso me complicó un poco la comprensión del texto en ciertos pasajes que directamente no se entienden, y pese a que en general está muy bien escrito, hay partes donde se abusa de los puntos suspensivos, un recurso que a mí en lo personal, me entorpece la lectura.
Finalmente: en el prólogo, uno de los autores nos dice inocentemente que en la obra intentan plasmar recuerdos de la infancia junto a su hermano, cosas que quedaron pendientes o algo así, como si en la obra hubieran hecho catarsis, lo que me hizo temer por momentos acerca de la personalidad de los autores. Luego, en el epílogo, el otro autor aclara que estuvo muy inspirada en una larga serie de películas y obras de terror, y las describió una por una, y recién ahí me tranquilicé un poco. Lo que quiero decir, es que no hacían falta el prólogo ni el epílogo, porque Blandford y Blavatsky son asesinos enfermos muy terribles pero también muy creíbles, y que los autores hayan vinculado la historia con su propia vida, me asustó un poco. No hacía falta. Aunque seguro asustar al lector era la idea.

IMPRESIÓN GENERAL

La historia de los asesinos es triste y violenta, está contada de un modo hermoso y esto lo hace aún más perverso, pero allí radica la calidad del texto, creo yo. A veces, es confuso, da un poco de miedo, y mucha impresión. Hay ciertos pasajes que podrían estar mejor escritos, y ciertos diálogos que suenan antinaturales (por ejemplo, en determinado momento una prostituta de Silling reflexiona algo de un modo muy profundo y con un lenguaje admirable, lo cual suena raro para una prostituta de un pueblucho), pero la verdad es que en el contraste final, no tienen tanto peso como los momentos más psicodélicos, como los sueños de Blandford con Satanás, o sus recuerdos, imprecisos y extraños. Me quedé con ganas de saber qué sentía el asesino al momento de matar, pero quizás esto es lo que pasa con los psicópatas: matar para ellos no es muy distinto a tomarse una cerveza, y a veces Blandford pareciera más impactado por un plato de comida en el almuerzo, que por el momento en que estrangula a su amante, y creo que justamente esa es la esencia de su locura.
Si tenés ganas de sentarte a flashear un rato, te recomiendo plenamente el mambo oscuro de esta novela, una verdadera weird fiction. Un relato de horror explícito.

Exorcizar la infancia

Por Ricardo Filighera, para Crónica (*)

Recuerdos parásitos (quién alimenta a quién…)
Carlos Marcos-José María Marcos,
Editorial De los Cuatro Vientos.

Una conmovedora narración que juega en forma constante y profunda con la memoria de los autores. De apelaciones frecuentes a las vivencias de la infancia, con todo el bagaje de contenidos que suele dispensar un viaje de esas características, los autores de esta novela exorcizan todo lo que a que aquélla les trae, persistente y obsesivo.
(*) Publicado el miércoles 15 de agosto de 2007.

Amigos parásitos en la Feria

Finalmente estuvimos firmando ejemplares en el stand de Editorial De Los Cuatro Vientos, el miércoles 30 de abril 2008. Agradecemos a todos los que se acercaron a hacernos el aguante, quienes fueron recompensados, modestamente, con mate y bizcochitos. La cobertura fotográfica estuvo a cargo de Raquel Buela.

El mini Laiseca dijo presente

El Mini Lai, Mariano y Roxana.
Como el Maestro Lai estaba en su guarida, nos acompañó el Tío Tati. A los lectores que no conocían personalmente a Alberto Laiseca, les dijimos que la tele agranda a las personas. Junto a él están Mariano (otro de los hermanos Marcos, guitarrista de Finir Morondo) y Roxana Parapugna.

¡Agotamos los bizcochitos!

Los bizcochitos se agotaron en la Feria. Entre otros, les hincaron sus dientes: Cristina Leveratto (escritora integrante del taller literario El Tintero), Matías Molina (el cuarto Heliogábalo) y Juan Carlos Ramirez Leiva (Junta de Estudios Históricos de Ezeiza). Quedaron los libros. Aún estás a tiempo de tener tu ejemplar. ¡Reservalo YA!

¡El mate hizo furor!

Entre los fans de Recuerdos parásitos, hubo largas colas para tomar mate cebado por los propios autores. En la foto nos acompañan Lucrecia Rago (directora teatral) y Laura.

Visitas internacionales

Éste no necesita presentaciones.


Visitas destacadas

Carlos y Roxana hablan con los filósofos Raúl Ruibal y Gilda Muzzano.


Otras visitas destacadas

Se acercaron al stand el constitucionalista Dr. Héctor Sabelli y el historiador Juan Carlos Ramirez  Leiva (Junta de Estudios Históricos de Ezeiza).

Más visitas destacadas

Los hermanos Marcos junto a Andrea Figueira y Ricardo Riva (Ojo: no confundir con Rolando Rivas, el taxista).

Hasta los niños quieren Recuerdos parásitos

Carlos, Roxana, Salvador, Francisco y Mateo, en la Feria del Libro.